La compleja instalación de ‘La materia del tiempo’

Han pasado 16 años desde que el primer visitante se deslumbró al asomarse al balcón de la primera planta del Museo Gueggenheim Bilbao y ver, desde arriba y en una enorme sala blanca de más de 3.000 metros cuadrados, las distinta piezas de hierro que componen ‘La materia del tiempo’ (The Matter of Time, 1994–2005) de Richard Serra (San Francisco, EEUU, 1939). Pero para llegar hasta ahí, el proceso fue complejo y laborioso. Sólo un dato: pieza más ligera pesa 44 toneladas y la más pesada 276.

 

Lo que hoy nos parece algo ya intrínsico, propio y familiar del museo, empezó a gestarse en el año 2002, cuando un grupo de trabajo formado por conservadores y directivos del Museo Guggenheim Bilbao y de la Fundación Guggenheim presentaron una propuesta para ubicar de forma permanente, en la sala 104, una instalación de grandes proporciones.

Una de las posibilidades era encargar para este espacio una obra que fuera de gran escala y ambición. Inspirados en la exposición que en 1999 el Museo Guggenheim Bilbao dedicó a las Torsiones elípticas de Serra, y en la que la sala se mostraba en todo su potencial, Thomas Krens, Director de la Fundación Guggenheim y Juan Ignacio Vidarte, Director General del Museo Guggenheim Bilbao, iniciaron conversaciones con Serra y le invitaron a considerar el proyecto. El artista presentó una propuesta pormenorizada en octubre de 2003, que se aprobaría en febrero de 2004.

Para ello el artista realizó un estudio exhaustivo previo de los principios estructurales del material en relación al peso y a la masa, para poder llegar a una tensión extrema en sus obras. Estas obras nos sitúan en el punto ambiguo, donde el peso se hace ligero. La enorme masa, a pesar de ser pesada, se muestra liviana. Serra consiguió transformar unas enormes planchas de acero – todas tienen más de cuatro metros de alto y unos cinco centímetros de grosor – en algo que parece flotar.

Trabajó en una ferrería

Educado dentro de una familia de clase obrera y trabajador él mismo, en su juventud, en  diferentes ferrerías para pagarse los estudios cuando el arte aún no le daba para vivir, Richard Serra realizó esta composición en acero auto-oxidable, que, con el paso del tiempo y que, por expreso deseo de su autor, ha ido oxidándose y cambiando de color hasta adquirir el color ámbar permanente que puede verse en la actualidad.

El título de “La materia del tiempo” responde, según Serra, a la idea de temporalidades múltiples o estratificadas, según el experimento de cada visitante con las piezas. «La experiencia es íntima, privada, psicológica, estética, pero también externa, social y pública. El arte se centra en la experiencia vital a través de las piezas. Se basa en andar y mirar, entrar y atravesar el espacio que genera la instalación».

 

Instalación laboriosa

Las piezas llegaron a Bilbao desde Alemania en grandes trailers, posteriormente fueron introducidas en el museo y se procedió a la instalación de las grandes piezas en la galería. Una vez que llagaron al museo y a la sala en la que iban a ser instaladas, por medio de grúas, izaron las piezas, se retiraron los sistemas de hovercraft y se posaron las piezas en su ubicación definitiva.

Para ello utilizaron un sistema, patentado por la acería alemana de Siegen en la que se construyeron, basado en la utilización de aire comprimido. Por medio de un compresor y unas mangueras, lanzaron grandes cantidades de aire comprimido a unas pequeñas planchas, elevaron las piezas en el aire y de esta forma consiguieron que las planchas se pudieran transportar, sencillamente, con unos operadores empujándolas.

Espacio en movimiento

En la obra de Serra las esferas generan diferentes efectos en el movimiento y la percepción del espectador. Estas se transforman de forma inesperada a medida que el visitante las recorre y las rodea, creando una vertiginosa e inolvidable sensación de espacio en movimiento. La totalidad de la sala es parte del campo escultural: como ocurre en otras de sus esculturas compuestas por muchas piezas, el artista organiza las obras con determinación para mover al espectador a través de ellas y del espacio que las rodea. La distribución de las obras a lo largo de la galería crea pasillos de diferentes proporciones (anchos, estrechos, alargados, comprimidos, altos, bajos) y siempre imprevistos.

www.guggenheim-bilbao.eus

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